Peregrinos de la esperanza
año jubilar 2025
Serie semillas de esperanza
Septima semilla: Felicidad

Padre Reegan Soosai, CMF
Misionero Claretiano

“La verdadera felicidad no depende de las posesiones materiales, sino de una relación profunda con Dios, el servicio desinteresado a los demás y la gratitud.”

Alt-Text: Ilustración de la semilla 1 de esperanza, mostrando una escena espiritual de paz y gratitud, con una figura servicial en un paisaje sereno, reflejando la verdadera felicidad cristiana.
Audio reflexión padre Reegan

¡Queridos peregrinos de Esperanza del año jubilar 2025!

Mis queridos Peregrinos de la Esperanza,

Como de costumbre, inspirándome en el Evangelio de este domingo, puedo meditar sobre la poderosa palabra «Bienaventuranza», que puede traducirse como «Felicidad». 

¿Eres feliz en este momento?
¿Qué te hace feliz?
¿Y qué te quita la felicidad?
¿Depende la felicidad de algo?
¿Es la felicidad un don?

En el Sermón de la Montaña, Jesús dice a sus discípulos que sean felices tanto en la pobreza como en la abundancia, en los buenos tiempos como en las dificultades.

Pero, ¿es esto realmente posible? Si es así, ¿cómo?

Todos sabemos que la felicidad no depende de las posesiones materiales ni de la riqueza. Aunque es cierto que algunas cosas son necesarias para una vida digna, como un hogar decente, un trabajo y una familia, la verdadera felicidad va más allá de las necesidades materiales. Dios nos creó por amor y para la felicidad.

La alegría cristiana se construye sobre tres pilares esenciales:

1. Una experiencia personal de Dios reconociéndole como amor puro y verdadero, y creciendo diariamente en una relación personal con Él.

2. El servicio a los demás especialmente a los pobres y marginados, sin esperar nada a cambio.

3. La gratitud.

En otras palabras: amor, servicio y la gratitud son los ingredientes para la felicidad duradera.

Por lo tanto, si desea ser una persona verdaderamente alegre, ahora sabe qué hacer y qué evitar. ¿Por qué esperar?

¿Por qué no somos felices?

A menudo descuidamos estos tres principios fundamentales. Si nos esforzamos por ponerlos en práctica, experimentaremos la verdadera felicidad y podremos compartirla con los demás.

He conocido a personas que padecen una enfermedad crónica y siempre llevan una sonrisa. ¿Por qué? Porque han encontrado sentido a su sufrimiento.

Su fuerza interior procede de estos tres pilares:

1. Saben que Dios les ama infinita e incondicionalmente.

2. Están agradecidos por el don de la vida.

3. Buscan llevar alegría a los demás a través de actos de servicio.

La felicidad y la esperanza van de la mano

Una persona esperanzada es una persona feliz.

He aquí un reto para ti:

Elige una de las nueve Bienaventuranzas y comprométete a vivirla durante los próximos 21 días.
Si lo consigues, de forma natural empezarás a practicar todas las demás, convirtiéndolas en parte de tu vida diaria.

La esperanza cristiana y la felicidad están profundamente interconectadas. La esperanza cristiana está arraigada en la fe en las promesas de Dios, que conduce a una alegría verdadera y duradera. Nos reafirma en el amor de Dios, nos sostiene en las pruebas y nos llena de la paz de saber que nuestro futuro está asegurado en Él.

“Bienaventurado aquel cuyo auxilio es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios
(Salmo 146:5)”

Cómo la esperanza conduce a la verdadera felicidad

1. La esperanza da sentido al sufrimiento

La esperanza cristiana nos asegura que el sufrimiento no es en vano. San Pablo escribe:

“Nos alegramos de nuestros sufrimientos, sabiendo que el sufrimiento produce resistencia, y la resistencia produce carácter, y el carácter produce esperanza
(Romanos 5:3-4)”

Esta esperanza en el plan mayor de Dios trae paz interior y felicidad, incluso en las dificultades.

2. La esperanza conduce a la paz interior y a la alegría

Un corazón lleno de esperanza cristiana no teme el futuro. Jesús dice:

“No se turbe su corazón. Creen en Dios; creen también en mí.
(Juan 14:1)”

La confianza en la presencia de Dios llena el corazón de alegría, independientemente de las circunstancias externas.  Como leemos en la carta del apostol Pablo a los Tesalonicenses:

“Estensiempre alegres.
(1 Tes 5: 16)”

3. La esperanza transforma la vida cotidiana

Cuando los cristianos viven con esperanza, irradian alegría e inspiran a los demás. El Papa Francisco nos recuerda:

“La alegría cristiana nace de un corazón que sabe esperar.”

Esta alegría impulsada por la esperanza se extiende a las familias, las comunidades y el mundo, haciendo de la fe una fuente de fortaleza y felicidad.

¡Seamos alegres!

Así pues, abracemos la felicidad y esforcémonos por hacer del mundo un lugar más alegre para vivir.

La verdadera felicidad se encuentra en la fe, la esperanza y el amor.

¡Somos peregrinos de la esperanza!
¡Que viva la esperanza!

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