Peregrinos de la esperanza
año jubilar 2025
Serie semillas de esperanza
Semilla 36: El don del silencio

Padre Reegan Soosai, CMF
Misionero Claretiano

El silencio no es vacío, sino presencia de Dios. Cultivarlo abre el corazón a la paz, la contemplación y la esperanza profunda.

Ilustración de la semilla 36 de esperanza: una imagen fotorealista muestra a un hombre en silencio orando dentro de una capilla iluminada por vitrales de colores vivos, mientras Cristo aparece al fondo irradiando paz y serenidad.
Audio Padre Reegan

Queridos peregrinos de Esperanza del año jubilar 2025!

¿Qué lugar tiene el silencio en tu vida?

No se trata de quedarse callado o de imponer silencio, sino del silencio como un espacio sagrado:
un lugar de reflexión, de escucha activa, de contemplación y de tomar tiempo antes de responder.

¿Amas el silencio o le temes?

En el silencio profundo encontramos nuestro propio ser desnudo y a Dios.

El silencio no está reservado solo para personas religiosas, sacerdotes o monjes; es una hermosa actitud, una virtud y un don que debemos cultivar si queremos vivir una vida armoniosa, conectada y en paz.

El silencio no es solamente la ausencia de ruido, es la presencia de Dios.

Como dijo San Juan de la Cruz:

“El primer lenguaje de Dios es el silencio.”
(San Juan de la Cruz)

Cuando cultivamos el silencio cada día, permitimos que el susurro de Dios entre en nuestros corazones.

Incluso en la tradición católica, el silencio ocupa un lugar central en la mayor liturgia que celebramos: la Misa. Hay momentos de canto, de diálogo y de oración, pero también muchos momentos de silencio que nos invitan a entrar en el misterio más profundo de nosotros mismos, de la comunidad de los fieles y de Dios.

¿Practicas esa entrada en el silencio?

Todos estamos de acuerdo en que el silencio es importante, pero a menudo no sabemos cómo cultivarlo. En muchas tradiciones religiosas el silencio tiene su espacio: por ejemplo, en el hinduismo, ciertos días de la semana se marcan con silencio.

¿Qué pasaría si intentáramos dedicar medio día, o al menos dos horas cada semana, a un silencio intencional?

Puede parecer difícil, pero vale la pena.

Para los introvertidos, el silencio suele sentirse natural, como un don innato. Para los extrovertidos, requiere esfuerzo.

Pero una vez que se prueba el silencio profundo, se convierte en una fuente inagotable: uno desea más.

En mi propia vida, pasé diez días en un monasterio budista en silencio, meditando diez horas al día. Años después repetí la experiencia por tres días. Fue transformador. Los retiros de silencio, como también nos propone nuestra tradición católica, son de gran valor.

En el silencio sagrado, aprendemos a decir que lo que soy y lo que tengo es suficiente, sin desear más. Es una actitud moral y espiritual para ser Feliz.

Vuelve constantemente a mi corazón el versículo:

“Estad quietos y sabed que Yo soy Dios.”
(Salmo 46,10)

La quietud requiere práctica y perseverancia. Un método sencillo es concentrarse en la respiración: inhalar y exhalar de manera intencional y profunda, sintiendo el ritmo, el calor o el frescor de cada aliento.

En el silencio profundo del corazón, de la mente y del alma, la vida se renueva y se santifica.
Verdaderamente, el silencio profundo es una semilla de esperanza.

Lecciones de la naturaleza sobre el silencio

El silencio en la naturaleza no es vacío, es presencia. La creación nos enseña lecciones muy profundas sobre el don del silencio:

El silencio es plenitud, no vacío

En el bosque, junto a un lago o en las montañas, el silencio no es ausencia de sonido, sino plenitud: el susurro de las hojas, el fluir del agua, el canto de un ave.

La naturaleza nos recuerda que el silencio está vivo.

El silencio sana y restaura

La tierra descansa en invierno para dar fruto en primavera; el silencio de la noche devuelve la vida a la mañana.

El silencio restaura el equilibrio, sana el cansancio y abre espacio al crecimiento.

El silencio enseña paciencia

Un árbol no se apresura a crecer, un río no corre con prisa.

El silencio nos enseña que el crecimiento requiere tiempo, y que la quietud forma parte del llegar a ser.

El silencio revela belleza

Al amanecer o al anochecer, el silencio agudiza nuestra percepción de colores, aromas y movimientos. Sin silencio, gran parte de esta belleza pasaría desapercibida.

Del mismo modo, el silencio en el corazón revela gracias sutiles y la presencia de Dios.

El silencio crea espacio para escuchar

Cuando dejamos de hablar en el bosque, comenzamos a oír: el viento, los pájaros, el latido de la tierra.

El silencio no es simplemente no hablar; es escuchar más profundamente: a la naturaleza, a los demás y a Dios.

El silencio nos conecta con el misterio

El desierto, el cielo estrellado, el horizonte del mar—todos invitan a la humildad y al asombro.

El silencio nos lleva más allá de nosotros mismos hacia el misterio de Dios, donde las palabras no bastan y el asombro es suficiente.

El silencio en la naturaleza es como el suave susurro de Dios.
(cf. 1 Reyes 19,11–12, donde Elías reconoce a Dios no en la tormenta ni en el fuego, sino en la brisa suave.)

Dios habla muchas veces en lo pequeño y lo callado; para encontrarlo debemos aquietar nuestro corazón.

El Silencio en la Escritura

La Biblia también habla de manera profunda sobre el silencio. No es simplemente ausencia de palabras, sino un espacio sagrado donde Dios se revela, la sabiduría crece y los corazones hallan paz.

El silencio como lugar de encuentro con Dios

Dios suele manifestarse no en el ruido o la fuerza, sino en el silencio.

“Después del terremoto vino un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego, un susurro apacible y delicado. Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto…”
(1 Reyes 19,12–13)

El silencio es un acto de confianza en la fuerza de Dios.

“El Señor peleará por vosotros; vosotros quedaréis en silencio.”
(Éxodo 14,14)

El silencio como sabiduría

El silencio nos guarda de la necedad y abre espacio para la sabiduría.

“Hasta el necio pasa por sabio si guarda silencio, y prudente si cierra la boca.”
(Proverbios 17,28)

“Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar.”
(Eclesiastés 3,7)

El silencio como reverencia ante Dios

El silencio no es debilidad, sino discernimiento.

“El Señor está en su santo templo; calle delante de Él toda la tierra.”
(Habacuc 2,20)

El silencio es acto de adoración y de reconocimiento de la grandeza de Dios.

“Estad quietos y sabed que Yo soy Dios.”
(Salmo 46,10)

El silencio como actitud de oración

El silencio es esperar con confianza y esperanza.

“En Dios solamente descansa mi alma; de Él viene mi salvación.”
(Salmo 62,1)

El silencio abre el corazón a la presencia de Dios.

“¡Silencio delante del Señor, hombres todos! Porque Él se levanta de su santa morada.”
(Zacarías 2,13)

El silencio ante el misterio

Incluso en el cielo, el silencio es parte de la adoración y expresa asombro ante el misterio de Dios.

“Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora.”
(Apocalipsis 8,1)

Cómo Cultivar el Silencio en la Vida Cotidiana

Comenzar y terminar el día en silencio

  • Inicia con unos minutos de oración silenciosa antes de cualquier tarea.
  • Termina con un examen silencioso, recordando la presencia de Dios.

Espacios sagrados de silencio

  • Crea un “rincón de silencio” con una Biblia, una vela o una cruz.
  • Visita capillas, iglesias o lugares de la naturaleza donde el silencio sea natural.

Practicar el silencio exterior

  • Reduce ruidos innecesarios: apaga la televisión o la radio de fondo.
  • Toma algunas comidas sin pantallas.

Practicar el silencio interior

  • Haz pausas antes de reuniones, conversaciones o respuestas.
  • En la oración, no llenes todo con palabras; permite momentos de quietud.

Escucha atenta

  • Resiste la tentación de llenar los silencios en las conversaciones.
  • Deja que el silencio sea un regalo de respeto y de presencia.

Momentos sabáticos de silencio

  • Dedica semanalmente un tiempo a un “mini-retiro”: una caminata en silencio, media hora de oración con la Escritura, o simplemente descansar en Dios.
  • Considera el silencio no como “no hacer nada”, sino como “hacer espacio para Dios”.

Abraza el silencio en la naturaleza

  • Camina sin distracciones por un parque, bosque o lago. Deja que el silencio de la creación sea tu maestro.

Oración sencilla por el silencio

Señor, concédeme el don del silencio:
para descansar en Tu presencia,
para escuchar más que hablar,
para recibir Tu sabiduría
y llevar Tu paz al mundo.

¡Somos peregrinos de la esperanza!
¡Que viva la esperanza!

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