Peregrinos de la esperanza
año jubilar 2025
Serie semillas de esperanza
Semilla 24: La eucaristía es un signo de esperanza
Padre Reegan Soosai, CMF
Misionero Claretiano
La Eucaristía es signo vivo de esperanza: nos alimenta en el camino, nos une como comunidad y anticipa el banquete eterno.

¡Queridos peregrinos de Esperanza del año jubilar 2025!
En esta solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), estamos invitados a reflexionar sobre la Eucaristía como un signo de esperanza:
Esperanza para nuestro peregrinaje en esta tierra y esperanza para la vida eterna que nos espera.
La Eucaristía es verdaderamente la fuente y la cumbre de nuestra fe(cf. Catecismo de la Iglesia Católica, §1324).
Eucaristía significa “Acción de gracias”
La misma palabra Eucaristía significa “Acción de gracias”, y este sacramento es la expresión más alta de nuestra gratitud a Dios por su amor salvador a través de Jesucristo.
“Tomando los cinco panes y los dos peces, levantó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y los dio a los discípulos para que los sirvieran a la gente.”
(Lucas 9,16)
Inspirados en este evangelio de Lucas, podemos meditar sobre cinco verbos poderosos que nos llevan al corazón mismo del misterio eucarístico:
Tomar, Levantar la mirada, Bendecir, Partir y Dar
Tomar
“Jesús tomó los panes…”
(Lucas 9,16)
Jesús recibe lo que el pueblo trae: cinco panes y dos peces. Estos dones aparentemente insignificantes representan la humilde ofrenda de la humanidad. Simbolizan nuestras vidas cotidianas, nuestra fragilidad, nuestra disponibilidad.
Sin embargo, Jesús los toma sin dudar, así como Él asumió nuestra humanidad (cf. Juan 1,14) y se convirtió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1,29).
En la Eucaristía, Él nos toma y nos ofrece al Padre como una ofrenda agradable.
Levantar la mirada
“…y levantó la mirada al cielo…”
(Lucas 9,16)
Este gesto recuerda el acto profundo de elevar el corazón al Padre.
“Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?”
(Salmo 121,1)
Jesús, plenamente humano, mira al cielo con confianza, invocando el poder y la voluntad del Creador. Es una invitación a volvernos a Dios en cada momento de prueba y confiar en su providencia, como Jesús lo hizo en Getsemaní:
“No se haga mi voluntad, sino la tuya.”
(Lucas 22,42)
Bendecir
“…pronunció la bendición…”
(Lucas 9,16)
Bendecir es un acto de acción de gracias y consagración. En la Última Cena, Jesús:
“tomó pan, y después de dar gracias, lo partió…”
(Lucas 22,19)
Bendecir significa reconocer la acción de Dios, santificar lo ordinario para hacerlo sagrado. Es una declaración de que Dios actúa incluso en el pan y el vino simples.
La Eucaristía nos recuerda que la gratitud y la fe preceden a todo milagro.
Partir
El partir el pan es un signo de sacrificio. En el camino a Emaús, los discípulos reconocieron a Jesús
“al partir el pan”
(Lucas 24,35)
Este gesto nos recuerda el cuerpo de Cristo quebrado por nosotros en la cruz (cf. 1 Corintios 11,24).
También nos desafía:
¿Estamos dispuestos a partirnos por los demás? A compartir nuestra vida, tiempo y recursos para dar vida al mundo.
Dar
Jesús se entrega totalmente: cuerpo, sangre, alma y divinidad.
“Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes…”
(Lucas 22,19)
Este gesto final apunta al corazón del amor cristiano: la entrega total de sí mismo.
La Eucaristía no es solo un sacramento para recibir, sino un estilo de vida para vivir.
Como dice san Pablo:
“Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.”
(Gálatas 2,20)
Y Lucas:
“…y los dio a los discípulos…”
(Lucas 9,16)
Eucaristía: Comida de comunión, sacrificio, misión y gracia cósmica
Comida de Comunión
La Eucaristía es una comida de comunión — con Cristo y entre nosotros.
“Siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan.”
(1 Corintios 10,17)
Jesús eligió celebrar la Última Cena en compañía de sus discípulos, formándolos como una comunidad eucarística. La Eucaristía no es un evento privado, sino una celebración eclesial.
En los momentos en que uno debe celebrar solo, se percibe la ausencia de la comunidad. Reunirse alrededor del altar refleja reunirse en la mesa familiar, donde se comparten historias, amor y dificultades.
Hagamos del encuentro familiar en torno a la mesa una costumbre: comidas donde escuchamos, reímos y aprendemos, convirtiéndonos en personas eucarísticas también en el hogar.
Comida Sacrificial
La Eucaristía es una comida sacrificial, donde Jesús se entrega completamente.
“Esto es mi cuerpo, que es para ustedes. Hagan esto en memoria mía.”
(1 Corintios 11,24)
En cada Misa se hace presente el sacrificio único y eterno de Jesús en la cruz (cf. Hebreos 10,10). A través del sacerdote que actúa in persona Christi y mediante la acción del Espíritu Santo, el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Esto nos recuerda que el verdadero amor siempre implica sacrificio. Como dice san Juan:
“En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.”
(1 Juan 3,16)
Comida Misionera
La Eucaristía nos envía al mundo.
“Pueden ir en paz.”
Las palabras finales de la Misa, “Ite, missa est”, significan más que “La Misa ha terminado”. Significan “Ustedes son enviados.”
La Eucaristía nos fortalece no para quedarnos en la iglesia, sino para salir al mundo y vivir el Evangelio con obras de amor y justicia (cf. Mateo 28,19–20).
Es un mandato misionero. ¡No debemos demorar nuestro regreso a la Eucaristía como fuente de misión!
Comida Cósmica
La Eucaristía tiene una dimensión cósmica. Ofrecemos a Dios los frutos de la tierra —pan y vino—, y Él nos los devuelve transformados en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
“La creación entera espera con anhelo la manifestación de los hijos de Dios.”
(Romanos 8,19)
En Cristo, toda la creación encuentra unidad y redención.
La Eucaristía renueva no solo a los seres humanos, sino también al cosmos entero.
Es un anticipo del banquete celestial, donde la creación será liberada de la corrupción y Dios será todo en todos (cf. 1 Corintios 15,28).
Conclusión
La Eucaristía es un misterio de amor, un don que nunca podremos comprender del todo, pero que sí estamos llamados a vivir.
No se trata solo de celebrar la Eucaristía, sino de convertirnos en personas eucarísticas: personas de gratitud, sacrificio, comunión, misión y armonía con la creación.
“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes.”
(Juan 15,4)
Que seamos signos de esperanza y misericordia en el mundo, alimentados y enviados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
¡Somos peregrinos de la esperanza!
¡Que viva la esperanza!