Peregrinos de la esperanza
año jubilar 2025
Serie semillas de esperanza
Semilla 20: ¡La paz esté con ustedes!

Padre Reegan Soosai, CMF
Misionero Claretiano

La paz que Cristo ofrece es mucho más que ausencia de guerra: es plenitud, armonía y esperanza viva.

Ilustración de la semilla 20 de esperanza. Jesús resucitado aparece a sus discípulos, con los brazos extendidos en gesto de paz. En el fondo, se representan escenas contemporáneas de reconciliación y compasión, simbolizando la paz activa y relacional. Estilo pictórico cálido, realista y espiritual.
Audio Padre Reegan

¡Queridos peregrinos de Esperanza del año jubilar 2025!

Hoy los invito a reflexionar sobre la paz como una semilla de esperanza.

Cuando nuestro nuevo Papa, León XIV, apareció por primera vez en el balcón de la Basílica de San Pedro, las primeras palabras que pronunció fueron: "¡La paz esté con ustedes!"

Hace siglos, después de su resurrección, Jesús saludó a sus apóstoles, llenos de miedo y desesperanza, con las mismas palabras:

"La paz esté con ustedes."

"La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden."
(Juan 14,27)

La palabra que Jesús pudo haber usado es “Shalom” en hebreo o “Shlama” en arameo. La frase aramea "Shlama amukhon" (ܫܠܡܐ ܥܡܘܟܘܢ)—que significa "La paz esté con ustedes"—todavía es usada por comunidades cristianas asirias y caldeas.

Pero esta “paz” (shalom/shlama) va mucho más allá de la ausencia de guerra o conflicto. Implica:

  • Plenitud
  • Armonía
  • Bienestar
  • Integridad
  • Seguridad
  • Prosperidad

Es un saludo, una bendición y un modo de vivir, basado en una relación justa y profunda con Dios, con los demás, con la creación y con uno mismo.

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado.”
(Isaías 26,3)

Pero, ¿qué decir de nuestro mundo actual?

¿Cómo hablar de paz cuando vemos la tragedia en Gaza, donde miles de inocentes, incluidos niños, han muerto víctimas de la violencia y la guerra?

Estas realidades contradicen profundamente el significado de la paz y nos llaman a una respuesta profética: ser constructores de paz en un mundo herido.

“Curan por encima la herida de mi pueblo, diciendo: ‘Paz, paz’, cuando no hay paz.”
(Jeremías 6,14)

Entonces, si la paz no es solo ausencia de guerra, ¿qué es exactamente?

Para mí, la paz es vivir en relaciones justas: Con uno mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.

Santa Teresa de Calcuta una vez respondió a alguien que le preguntó, ¿Cómo trabajar por la paz?

“Ve a casa y ama a tu familia.”

Porque la paz comienza en el hogar, en los pequeños gestos diarios de amor, perdón y comprensión.

El Papa Francisco nos recordaba:

“Si rezas por la paz, te volverás una persona pacífica y un constructor de paz.”
De hecho, nos convertimos en aquello por lo que rezamos.

En 1963, en medio de las tensiones de la Guerra Fría y amenazas nucleares, San Juan XXIII publicó la Encíclica Pacem in Terris (Paz en la Tierra), afirmando:

“La Iglesia no busca poder, sino que contribuye a la paz promoviendo la verdad, la justicia y el amor.”

E hizo un llamado a todas las personas de buena voluntad—creyentes o no—para trabajar juntos por la paz.

Y, por supuesto, las palabras de Jesús en las Bienaventuranzas siguen siendo nuestra brújula:

“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.”
(Mateo 5,9)

¿Cómo promover la paz—personalmente y como comunidad?

Fomentar el diálogo y la comprensión

A nivel personal:

  • Escuchar con atención y sin juzgar.
  • Superar prejuicios; intentar comprender al otro.

Como comunidad:

  • Organizar encuentros interreligiosos e interculturales.
  • Crear espacios donde todos puedan expresar sus historias, especialmente los más vulnerables.

Comprometerse con la justicia y la reconciliación

A nivel personal:

  • Denunciar la injusticia y la discriminación.
  • Revisar nuestros propios privilegios y actuar con equidad.

Como comunidad:

  • Promover políticas que favorezcan la dignidad humana.
  • Apoyar procesos de verdad y reconciliación donde haya heridas históricas.

“Corra el juicio como las aguas, y la justicia como arroyo impetuoso.”
(Amós 5,24)

Promover la no violencia y la compasión en la acción

A nivel personal:

  • Responder al conflicto con calma y no violencia.
  • Servir a los demás con humildad y generosidad.

Como comunidad:

  • Impartir formación sobre resolución de conflictos y comunicación no violenta.
  • Organizar acciones solidarias: bancos de alimentos, apoyo a la salud mental, cuidado de ancianos.

Lectura recomendada: “Comunicación no violenta” de Marshall Rosenberg, una herramienta práctica para construir paz en la vida cotidiana.

La conexión entre paz y esperanza

La esperanza sostiene la búsqueda de la paz

  • La esperanza nos da fuerza para construir paz en medio del dolor.
  • Sin esperanza, la paz parece imposible.
  • Grandes pacificadores—Martin Luther King Jr., Nelson Mandela—actuaron movidos por una esperanza arraigada en la fe.

La paz crea el espacio donde florece la esperanza

  • En contextos pacíficos, las personas pueden soñar y planificar.
  • La paz ofrece seguridad y serenidad necesarias para cultivar la esperanza.

Ambas están ancladas en la fe y en la fuerza interior

En la vida cristiana, la paz y la esperanza son dones de Dios, posibles gracias a Cristo.

“Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en la fe, para que abunden en la esperanza por el poder del Espíritu Santo.”
(Romanos 15,13)


Queridos peregrinos de la esperanza,

Seamos sembradores de paz en un mundo cansado del conflicto. Recemos, actuemos y vivamos como instrumentos de paz, comenzando por nuestras familias, nuestras comunidades, y hasta los confines de la tierra.

Que la paz de Cristo esté con todos ustedes—como bendición, misión y camino.

“Que el mismo Señor de la paz les conceda la paz en todo momento y de todas las formas. El Señor esté con todos ustedes.”
(2 Tesalonicenses 3,16)

¡Somos peregrinos de la esperanza!
¡Que viva la esperanza!

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