Peregrinos de la esperanza
año jubilar 2025
Serie semillas de esperanza
Semilla 26: La Oración - Semilla de Esperanza
Padre Reegan Soosai, CMF
Misionero Claretiano
La oración es una relación viva y transformadora con Dios, fuente de esperanza y paz.

¡Queridos peregrinos de Esperanza del año jubilar 2025!
Hoy queremos reflexionar sobre el don de la oración, especialmente cuando Jesús invita a sus discípulos a
"Rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies"
(Mateo 9,38)
La oración es verdaderamente una poderosa semilla de esperanza.
No se trata solo de palabras que decimos, sino de una relación sagrada: un diálogo amoroso entre el Dios Creador y nosotros, sus criaturas.
En su esencia, la oración es relación — íntima, personal y auténtica — que nos conecta con nuestro Dios Trinitario, con los demás, con nosotros mismos y hasta con la creación (cf. Romanos 8,26-27).
Nos transforma desde dentro y profundiza nuestra conciencia de la presencia amorosa de Dios en cada momento.
Recientemente me conmoví al leer la autobiografía del Papa Francisco. En una entrevista le preguntaron:
“¿Qué tipo de Papa le gustaría ver después de usted?”
Y él respondió:
“Un Papa que rece. Un Papa orante.”
Y añadió:
“Nos convertimos en lo que oramos.”
¡Qué verdad tan profunda!
La sabiduría bíblica sobre la oración
San Pablo exhorta a la comunidad cristiana:
"Orad sin cesar"
(1 Tesalonicenses 5,17)
Esto no significa repetir oraciones sin parar, sino vivir en constante comunión con Dios, permaneciendo conectados con Él en todo momento: en la alegría, en la lucha, en las tareas diarias.
Una vez, un niño en catequesis fue preguntado:
“¿Qué es la oración?”
Y respondió:
“Es decirle al Señor: ‘¿En qué te puedo ayudar hoy?’”
¡Qué forma tan hermosa de entender la oración! No solo como pedir, sino como ofrecernos con amor.
Tipos de oración
La Iglesia nos enseña diversos tipos de oración que enriquecen nuestra relación con Dios:
• Oración de acción de gracias (cf. Salmo 107,1)
• Oración de adoración (cf. Apocalipsis 4,11)
• Oración de perdón o arrepentimiento (cf. Salmo 51)
• Oración de intercesión (cf. 1 Timoteo 2,1)
Y se pueden practicar de varias maneras:
Oración vocal
Rezar con palabras, en voz alta o en silencio (por ejemplo, el Padre Nuestro, el Ave María).
Oración mental
Meditativa, usando nuestra mente y corazón (por ejemplo, el rosario, la lectio divina, el vía crucis).
Oración contemplativa
Un silencio amoroso ante Dios, más escuchar que hablar (cf. Salmo 46,11: “Quédense quietos y reconozcan que yo soy Dios”). Es donde ocurre la transformación más profunda.
También podemos rezar con la imaginación, entrando en las escenas del Evangelio como uno de los personajes o como observador. Este método, conocido como contemplación ignaciana, nos ayuda a encontrarnos con Jesús de manera viva y personal.
Mi experiencia personal de contemplación
Viniendo de una espiritualidad oriental, siempre me ha atraído la oración contemplativa. Una vez estuve diez días en un retiro de silencio, meditando casi 10 horas al día, con muy pocas distracciones. Fue difícil, pero profundamente transformador. El silencio me permitió escuchar la voz de Dios más claramente — no en el ruido, sino en lo profundo del corazón.
Muchas veces, durante la Misa, especialmente en la elevación del Santísimo Cuerpo de Cristo, quisiera quedarme simplemente mirando a Jesús para siempre, contemplando su amor y misericordia por mí y por el mundo entero. Pero claro, ¡hay que seguir con la celebración!
Una práctica diaria de gratitud
¿Qué imagen viene a tu mente cuando piensas en la oración?
¿Te consideras una persona orante?
Aquí te propongo algo sencillo:
• Comienza tu día con una oración de acción de gracias.
• Termina tu día con la misma actitud agradecida.
La gratitud es la base de la alegría. La oración contemplativa, en particular, ayuda a regular el estrés, a comprender tus emociones y a experimentar una paz profunda que nadie más puede darte (cf. Juan 14,27).
¿Por qué? Porque llegas a saber — no solo con la mente, sino con el corazón — que Dios te ama incondicional y eternamente, sin juzgarte.
Este amor se puede experimentar en la adoración eucarística, al caminar por la naturaleza o participando activamente en la Santa Misa.
¿Quién se beneficia de la oración?
Por supuesto, Dios escucha nuestras oraciones — por nosotros, por nuestros seres queridos, por el mundo (cf. Marcos 11,24). Pero en realidad, quien más se beneficia es uno mismo. La oración transforma nuestro corazón, amplía nuestra visión, y nos une más al Señor de la vida.
A menudo, la gente me dice:
“Padre, rece por mí.”
Y yo respondo:
“No solo rezo por ti, sino contigo.”
La oración no es exclusiva del sacerdote. Todos estamos llamados a orar. Jesús mismo se retiraba a orar (cf. Lucas 5,16) y enseñó a sus discípulos el Padre Nuestro (Mateo 6,9-13).
Conclusión: La oración como estilo de vida
Así que, queridos amigos, hagan de la oración una prioridad. Que sea su respiro, su fuerza, su ancla. Cuando la oración es sincera, los milagros ocurren — en tu corazón, en tu familia, en tu misión. La oración es verdaderamente semilla de esperanza.
Unamos ahora nuestros corazones y recemos juntos el Padre Nuestro, por la paz, por la reconciliación, y especialmente por los migrantes y refugiados, nuestros hermanos y hermanas sufrientes en el mundo entero.
Señor, escucha nuestra oración. Amén.
¡Somos peregrinos de la esperanza!
¡Que viva la esperanza!